No bebía, no fumaba
llevaba una vida sana
con cincuenta y siete años
murió ayer por la mañana.
Era bueno, de Galicia,
y jamás mostró avaricia.
Con los pobres se volcaba:
con cuarenta y siete años
le ha cegado la presbicia.
A su mujer respetaba
le era fiel y la cuidaba
y por sus aniversarios
siempre rosas le mandaba.
Le ha dejado hace poquito
por un joven tarambana.
Qué tristeza, que miseria
convertir un poemilla
en algo serio y terrible,
es como coger tu vida
y querer que sea creíble.
Qué tristeza, que miseria
convertir un poemilla
en algo serio y terrible,
es como coger tu vida
y querer que sea creíble.