miércoles, 30 de agosto de 2017

Siesta.

Estoy soñando confuso
y camino a la sombra en una cuesta.
Parece el mismo parque de los pavos
de mi niñez lejana. De repente
un río se aparece por sorpresa.
No es profundo ni es ancho y sin embargo
la corriente es furiosa y algo arrastra
y no puedo llegar porque unas manos
se aferran como garras a mi espalda.
No puedo desasirme y hago fuerza,
y me meto en el río con firmeza...

Y de pronto mi hermana más pequeña
recuerda alborozada que es la fecha
señalada por algo que no entiendo
(un año muy concreto en los ochenta).
¡Es mi abuela! De pronto me doy cuenta,
y no puede llegar al paraíso.
Agarro sus muñecas y tirando
cruzo con ella el río en un instante
impulsado por sabe Dios qué fuerza.

Y me lleno al instante de alegría:
He llevado a mi abuela al paraíso,
precisamente ayer mientras dormía.

jueves, 17 de agosto de 2017

Ayer

Ya el hambre se acabó;
tu golosina
ha dejado de serlo y te contienes
¿Qué imagen me daré, será correcto?
Y penas por no hacer lo que anhelabas
y anhelas no penar por lo que hacías.
Y en esa soledad del desencanto
va naciendo un hastío peligroso
que provoca soñar nuevos caminos
para dejar de ser sólo un recuerdo
condenado a morir y a ser olvido.