martes, 22 de septiembre de 2015

Interrupciones.

Hay días que, de repente
un meteorito
interrumpe la calma que enternece
el brillo de una tarde de fines de verano;
a veces importante en sus efectos,
a veces importante en los motivos:
tu estás haciendo algo y te interrumpe
una frase, un secreto, una llamada...
un algo que interrumpe y que mutila
la tierna mansedumbre, la molicie,
el cálido y sereno abrazo que la vida dispensa.

Hoy rememoro un día en que una vida
se apartó de este mundo y a la casa
del Padre retornó, y una pedrada
ha roto los cristales de la casa
en la que me he empeñado en alojarme.

Tal vez será mejor que dé la vuelta,
que avance hacia otro sitio o que el sendero
seguro entre las sombras abandone.
Tal vez salir al sol produzca miedo,
puede que me deslumbren cegadores
los rayos de la vida,
pero es que oír a un cuervo no me asusta:
Una mota de polvo en el desierto
no me va amedrentar y me prometo
a mí mismo que hoy soy una cosa
después seré mejor y más maduro
y que tras cada golpe que reciba
seré un ser más perfecto, no más duro.

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