viernes, 12 de diciembre de 2014

Pena.

Hemos roto el tesoro inocente de un niño desnudo
convertido su dulce candor en la presa de almas
que no tienen descanso posible en el mundo presente.

Hemos dicho que los inocentes no tienen derechos
que sus madres deciden por ellos seguir en el mundo
destrozando su cuerpo en el vientre sin darles futuro.

Hemos dicho inconscientes que ahora ya sólo hay derechos
y no hay nada obligado por nadie pues ser materiales
es el fin y el principio del cuento.

Y ahora que ya sabemos qué pasa después de la muerte
y que el mundo está en guerra y sufriendo este triste momento
apelamos a inciertos principios sin base y sustento.

¡Qué gran triunfo el del hombre ante Dios!
La soberbia nos lleva a creernos que somos
más que el centro de todo su esencia.

Y yo siento una pena muy grande al sentir que la vida
se convierte en un circo en que actuamos sin pena ni gloria
y en que el hombre tan solo persigue ganar su memoria.

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