viernes, 9 de enero de 2015

Fealdad.

Quisiera escribir un poema de pena y odio
pero es que no me salen las palabras
y acabo aferrado al verdín de una tapia ruinosa.

Yo quisiera expresar fealdad
y que si hay maestría en mi verbo
quede un día demostrada mostrando lo malo;
pero luego va el sol y se pone y su cárdeno halo
no me deja escribir una oda de versos marchitos
y aquejado del mismo penar que un poeta maldito
el teclado sólo muestra letras de color de rosa
y mi mente no me inspira más que palabras hermosas.

Yo quisiera pensar siempre mal y evitar así chascos,
estoy harto de que me sorprendan;
pero llega un momento en que un beso transporta mi mente
a una playa con aguas heladas y arena brillante,
con el verde esmeralda de un pino tiñendo las olas;
y hasta el grito estridente y molesto de una gaviota
no perturba la paz del momento y parece perfecto
¿Cómo puede un humilde artesano intentar verse fiero?

Yo quisiera no ser lo que soy,
que las tardes lluviosas me mustien,
no pensar en que todo algún día
volverá a reflejar la razón que trazó nuestro barrio.
Pero soy optimista y mis sueños acaban volviendo
y me encuentro el mar limpio y las barcas trayendo marisco
y las calles plagadas de gente que canta
y las gradas cargadas de barcos
esperando a cruzar otros mares
y contar que la lluvia no es mala y que el gris no es tan feo,
y tal vez que en la esquina del mundo aun hay gente que canta
y que llora y que ríe y que reza y que come y que ama,
aunque estén olvidados de todos
y las luces ya no le den nombre;
y que aunque se quemen las casas
y la gente se quede en el paro
son capaces de ver la belleza también en lo raro.

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