A mi tierra le debo
mi carácter incierto,
cierta melancolía
y un espíritu abierto.
Por culpa de mi tierra
el cinismo me pide
ante buenas noticias
que siempre desconfíe.
A mi tierra le debo
un amor por la costa
por el musgo y la piedra
que a mi ser reconforta.
Si critico a las nubes
cuando sueltan sus gotas
sólo es para añorarlas
cuando el calor me agota.
A mi tierra le debo
mi familia y mi gente
tratar de ser honrado
y querer ser decente.
Sus hombres esforzados
han seguido el camino
de algún sabio ilustrado
que ya hace siglos vino.
A mi tierra le debo
mi pasión por el vino:
cuando no había mujeres
era un gran lenitivo.
Los que hicieron los muros
y tallaron sus rocas
cambiaron sus efluvios
por besar una boca.
A mi tierra le debo
gran parte de mí mismo,
si no sería un ingenuo
al borde de un abismo.
Porque aquí desconfíamos
de promesas futuras:
nuestra historia demuestra
que las cosas son duras.
A mi tierra le debo;
a mi tierra me debo
cada vez que me mojo
cada vez que me bebo
el fruto de la tierra
y escucho una rondalla
guardado de la lluvia,
esa que nunca calla.
Publicado en Lluvia fina el 27 de Septiembre de 2013
Publicado en Lluvia fina el 27 de Septiembre de 2013
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