domingo, 18 de septiembre de 2016

Renacer

Como una eterna queja
así he vivido
ignorante del bien que atesoraba;
tal vez no fue mi culpa:
Al rodearme de víboras bastardas
que emponzoñaron todo como suelen.
Tampoco es culpa de ellas:
Para morder existe la culebra
y el ratón para servir de alimento.
Si es culpa del que mata (la serpiente)
también lo es de la rata (la muriente).

El caso es que la vida
unas veces te lleva a un precipicio,
y tienes que arrojarte aunque te asuste
y no sepas que espera en la caída
y creas apostar más que la vida.

Y heme aquí en una casa sin gobierno
que quiere levantarse de su ruina
que no sabe elegir cuál, quién o cómo
y teme sobre todo a ver el cuándo.

La cabra se sonríe en la parrilla,
porque cree que el cordero está vencido
y tienta a todo el mundo con su aroma,
con su imagen dorada y voluptuosa
prometiendo placer al que lo elija
aunque sabe que al fin está perdida
y su aviesa mirada vertical
desconcertante y ocre, malnacida,
es reflejo del mal
y que la vida
al malo siempre pone en su lugar.

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