domingo, 5 de marzo de 2017

Camino

Qué difícil buscar la inspiración
sirviéndose de un verso esclarecido
sintiendo que el poema no da fruto,
grisáceo en una génesis de hastío.


Me piden que produzca, que proclame
la fuerza del sudor de mi memoria
silencioso y sin premio pecuniario
sin vana gloria humana, sin euforia.

Y aun así, sin el peso de la pluma
de teclas martilleo a mi cerebro
tratando de ofrecer al que lo quiera
un poco de mi escaso magisterio.


Y cada vez que leo algo de un grande
me vuelvo a sonrojar por mi osadía
¿Podré decir un día que yo escribo
y entrar en el panteón de la poesía?

Que en el mundo en que vivo hay mil poetas
pintores de tormentas con sus letras
corifeos del gris y de la lluvia
capaces de asombrar con sus paletas.


Pues pintar un poema y describiros
lo que veo es sencillo y puedo hacerlo,
pero todo empezó con otro reto:
Ser capaz de pintar el sentimiento.

Y así pasan los días, intentando
no volverme un intruso en el parnaso
donde adornan laureles las cabezas
de los genios del verso y su grandeza.


Trataré, por lo tanto, de lograrlo;
trataré de algún día hacer un verso
-aunque sea uno sólo- verdadero
y pintar con mis letras lo que quiero.



Mientras tanto paciencia, os lo suplico;
todavía un discípulo me siento
tras décadas de hacer lo que ya he hecho
y volver a empezar casi al momento.

Que recuerdo mis fases de sonetos,
de romances, sextinas y de intentos
de emular a los grandes con mis tiernos
y al fin deslavazados pensamientos.


Y si llega ese día, os lo prometo,
vais a ser los primeros en saberlo:
En negro sobre blanco estará puesto,
pero tal vez, por fin, ya será vuestro.

Que escribir un poema es ser poeta,
pero yo aspiro a más: A ser maestro,
y el día en que lo sea será cierto
que será poesía lo que creo.  

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