miércoles, 8 de agosto de 2018

Arribada.

En orgiástica y fecunda baraúnda
de cuerpos apenas púdicos
una turba de personas se congrega frente al mar.
de pronto una niebla espesa se aparece
y la gente enmudece en su jolgorio.
Allá donde los pechos se mostraban
sólo hay prisas y un clamor que se apresura
y corre hacia sus coches aparcados
para dejar la playa y su lisura.
***
Y el viejo almirante tiene miedo,
en su cama se mueve y se revuelve
y piensa que ha llegado ya el momento de negrura.
Se escucha una campana que le anuncia
con un triste repique que ha llegado
el diábolo de arena a su postrer
y un brazo frente al palo de mesana
pica la hora.
¿Quién ha soltado amarras,
quien del ancla ha jalado provocando
del viejo tablazón el movimiento?
¿Zarpamos ya? ¿Hacia donde?
Y en su cuarto de espera interminable
certifica un doctor de bata blanca
que el dolor ha cesado...
***
Ya están todos: Esos sonoros nombres de hace años
corean la maniobra a pie de jarcia
los obenques se pueblan y en cofa
alguien grita contento ¡Estamos todos!
Y el viejo portalón de blancos palos
se echa un lado porque el contramaestre
maniobra general está ordenando.
Y todo el trapo baja, blanco y puro,
y se hincha mientras portan las velas:
Hoy no ceñimos no, que viento en popa,
buscamos recorrer pronto el camino.
***
el viejo almirante está contento:
Ya no es viejo ni sabio, que es grumete,
la nueva singladura desconoce,
pero todos los rostros le sonríen
le dan la bienvenida y le reprochan
haber tardado tanto.
***
En la playa ya sólo queda un hombre...
un hijo que se queda solo al frente.
El no mira turgencias y ni el  frío,
ni la niebla ni el mar le causan nada;
ha escuchado el repique entre la niebla
y sabe que ha partido el viejo diablo,
que uno más ya tripula el blanco barco
que a la otra orilla va cruzando el arco
de las aguas someras y del llanto.

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