lunes, 1 de febrero de 2016

Sensaciones

Arrumacos de río
y de leña cortada,
la neblina se expande,
y, etérea, se disipa,
llevándose con ella
al frío de la noche.


Entre sábanas ásperas
de blanca pureza,
un impulso me expulsa de mi nido
y otra vez quedas sola.




La blanca calidez de tu recuerdo,
los profundos olores
y el compas permanente de tu pecho
me arropan mientras ando
 y me adentro en un mundo que no es mío;
y el bosque todavía está entre sombras
y una urraca se anuncia impertinente;
un vívido mugido,
un perro ladra,
y el lejano tañer de una campana
anuncia el Santo Oficio
de viudas y beatas de la aldea.


***




El regusto de un vino de pitarra,
y su ácida aspereza se acompasan
con mi áspero mentón:
Mis papilas aguantan un recuerdo
del laurel que a la carne aromatiza
y transporta el aroma inconfundible
de tiempos oscuros de fuego y robles.




¿Qué somos ahora?
¿Qué sangre ha afinado nuestro acento?
¿De quién la indecisión?
¿Romanos, celtas, un árabe perdido, los alanos?



En el antiguo alpendre,
ajeno a las dudas que me asaltan
en mi vigilia impaciente de su despertar,
un artesano templa el fol
con un saber antiguo y sin raíces claras
de abuelos y lareiras
y largas noches de frío y lluvia.




***


Entre visillos
la luz calienta al mundo levemente
y empieza a despertar a otra alma ajena
a la duda que me ha acompañado
mientras avanza la mañana.




Mis pies se humedecen de gotas de rocío
mientras ella estira el brazo
hacia el vacío hueco de la cama.


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