Cuando algunos dijeron agoreros
que tu sino era estar en el recuerdo
casi nadie sintió que peligrara
tu vivo discurrir en esas aguas
que nos llenan de vida y que definen
a un pueblo marinero como el nuestro.
Porque estás en abrazo permanente
con las aguas del mar en esa ría
que no fue conquistada para nadie.
Y el futuro será, porque ya es tuyo,
un plácido paseo de domingo,
con novios que se besan y familias
con cuadrillas de amigos y curiosos
y tal vez con turistas que el dinero
que quieran invertir en divertirse
lo gasten en Mugardos.
Vieja lancha;
veremos hijos tuyos y sabremos
que al castillo, a la Boca, a San Felipe,
a Cariño o al Raso, que no importa
¡Llevaste a tanta gente en el pasado!
Entonces no había puentes y el cansado
chof-chof de tus cuadernas contra el agua
era el único medio.
Pero ahora
debemos decidir si te queremos
y gastamos tres euros (¡Es que es tan caro!
¡No puedo permitirme ese dispendio!)
Muy bien, pues no lo hagas; cuando ahorres
compra un móvil mejor, o ve de viaje
encontrarás un pueblo muy lejano
en el que van en barco por sus aguas
porque un día comprendieron que era parte
del alma de su pueblo y lo guardaron
y cuando un visitante les pregunta
¿Aquí qué puedo hacer? Siempre contestan:
Subirte a nuestra lancha, que es precioso:
verás un mar amable, y los castillos
que reyes del pasado construyeron.
Y atontado dirás: Pues qué bonito,
en Ferrol hay un barco parecido,
pero nadie lo usa porque es caro
tarda mucho en llegar y ya hace años
hicieron carreteras; no compensa.
Pagarás treinta dólares al cambio,
harás quinientas fotos y ya en casa,
contarás orgulloso a tus amigos:
"Pues estuve en un sitio en que las lanchas..."