domingo, 15 de junio de 2014

La esquina de las Esclavas.



No he sabido nunca que extraño embrujo
me asalta esos momentos tan escasos
en que el sol se abre paso entre las nubes
una tarde de otoño
y llena mis retinas de colores.

Esa torre indiana de la Casa Antón
el graznido penetrante de los pavos reales
las monjitas de espaldas con sus hábitos blancos
y las frondas del parque
silenciosas y bellas de recuerdos y besos.

Que sólo en Jueves Santo te visitan en masa
¡Oh, Campo de San Roque!
¿Cómo puede un espacio tan pequeño
concentrar para tantos
la morriña lejana de la ausencia,
la soledad terrena de estar lejos?

Y ahora que el mundo ha tornado
en un millón de imágenes hermosas
y de fotografías de colores 
                                                                         antes no imaginados
cada poco
me llega una postal que me recuerda
el anhelo de estar en ese pueblo
de crisis permanentes que es mi tierra.

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