miércoles, 11 de junio de 2014

Mirando a occidente.

Y aunque alguien no pueda entenderlo
ayer sentí el olor a Oeste:
Abrí un armario en casa
y una prenda olvidada en un bolsa
del pasado verano
me llevó a un caer del sol tardío
a una luz a través del vino blanco
y a una brisa marina fresca y suave.

El viento me trajo al Sur
en lomos de un olor a hierbabuena
el maullido de un pollo de gaviota;
en sueños, estridente
despertaba el recuerdo;
y el frescor de una noche de verano
transmitía apagado el son de una rondalla.

Porque hoy he visto todo rectilíneo
paralelo entre dos plazas distintas
y la noche no quiso llegar nunca,
mas yo quise quererte.

Y entre álamos supuestos, o magnolios
o plátanos de sombra -a quién le importa-
paseamos con las manos apretadas;
renuevo de esos votos
antiguos y olvidados pero ciertos.

Ayer me olía a Oeste y sentí esto.



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