lunes, 2 de junio de 2014

Cizaña.

¿Cómo has hecho para llegar a mí,
detestable gusano?
¿Acaso no te llegaba con los remordimientos que tengo a diario?
¿Por qué ese esfuerzo para encontrarme?
¿Por qué dejar la inspiración para los momentos de tristeza
o de alegría?
¿Sabré escribir sin versos?
¿Sabré no buscar rimas?
¿Seré callado por la impericia de no ser libre?

Porque a veces siento que no tengo libertad,
y que lo escrito tiene que salir como un vómito,
como algo que me enferma,
como un virus que necesita propagarse
y salir de las simas de mi inconsciente
llevado por algún extraño ardor,
en lomos del ansia de verdad.

Humano, qué humano y vanidoso,
que esperas encontrar fortuna y gloria;
o sólo gloria,
pero al fin gloria tuya, vil gusano...
miserable egoísta que te arrastras
mendigando el favor de aquellos labios
que digan solamente (exactamente)
que es justo lo que piensan...

Que es justo lo que piensan...
¡Es mentira!
Que son tan solo halagos y lisonjas
que buscan agradarte, por ejemplo
por querer de ti algo, ahí va un ejemplo:

Piensa en esos con los que has compartido tus desbarres
¿De verdad crees que callan
cuando no estás presente?
¿En serio crees que al único que alaban en su ausencia
eres tú? ¡Pues que eminencia!

¡Eres exactamente cual tu amigo
aquel al que apuñalas por la espalda!

Cuando estás, lo mejor que le ha pasado;
si te vas, Dios te coja confesado.

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