Escondido detrás de un cigarro
con un metro noventa de altura
y una chupa gastada de cuero
he llegado a la vida madura.
Sin alardes ni méritos propios,
ni siquiera con grandes pecados.
Con errores comunes en otros
mi cerebro por mil superado.
Humildad he tenido la justa;
los talentos que me han asignado,
por vagancia, torpeza y desidia
ni de cerca se han multiplicado.
Aunque creo que sí me he esforzado
en ser bueno, tal vez por vergüenza:
Cómo se que los idos me observan,
me cohibo antes de ser malvado.
De Sevilla no tengo recuerdos,
y mi patio era sucio y mojado:
Quién pudiera rimar algo hermoso
a la par que el poeta Machado.
Pero yo soy poeta de grises,
mi niñez fue con los pies mojados
y aunque todo era bello a mis ojos
tal vez fue porque por mí era amado.
Y ahora trato de ser un buen hombre
porque en padre se me ha convertido,
y que Dios te conceda esta gracia
por mor ha de volverte agradecido.
Y ese ser un buen hombre me mueve
a intentar con mis ripios forzados
que la gente no fuerce a la vida
y recuerde los tiempos pasados.
Y en sus vidas tal vez se den cuenta
de que es mucho mejor ser felices:
Hay mil cosas buenas en el mundo,
no hay por que centrarse en los deslices.
Y si luego de logros es magra
la existencia al final del sendero
al cruzar la otra puerta veremos
el destino del hombre sincero.
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