lunes, 15 de septiembre de 2014

Hércules


Entre el Duero y el Tajo está sembrado

un mundo de terror. Gerión gobierna

en los campos de trigo y hasta Heracles

escucha los lamentos e interviene.

Después de larga lucha con su maza

la parda piel del león de Nemea

es su única capa y armadura.

Un garrote de roble más su espada

y una lucha sin fin. Hércules vence:

En el suelo ha enterrado la cabeza

del gigante. Que todos lo recuerden;

hace un túmulo, una antorcha lo ilumina

y funda una ciudad a la que nombra

con el nombre de Crunnia, que es la dama

que acude de primera a su llamada.

Breogán asiste atónito más tarde

y una torre edifica en ese sitio.

Sus hijos la verán aunque se alejen

hasta las más recónditas regiones.

Y allí sigue hoy en día vigilante

de Hércules la torre mejorada

por fenicios, romanos, españoles,

ingenieros actuales, escultores.

Hay algunos que dicen que la Torre

será un símbolo eterno y perdurable;

también hay quien sostiene que las aguas

acabarán con ella y que más tarde

cual coloso de Rodas sólo un trozo

servirá de baluarte para aquellos

que logren pervivir tras el desastre.

Yo sólo sé que un día vi a lo lejos

desde allí los océanos eternos

y sentí que es el hombre muy pequeño

y que efímeros lo son también sus reinos.

Quiera Dios que no usemos la memoria

para este permanente enfrentamiento,

y pensemos que todos los que hicieron

todo lo que es hermoso, bueno y bello

hace ya mucho tiempo que partieron

y que aunque hayan dejado un gran legado

han dejado este mundo y están lejos

del jardín que plantaron en su día.

¡Es tan rápido el paso por la vida

que antes de haber nacido ya estás muerto!

 
 

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