lunes, 29 de septiembre de 2014

Crepúsculo de la mañana.

Mañana de domingo,
amanece en silencio sobre mi soledad.
Un infantil quejido
y el aullido de un perro en lontananza.

Solo con mis pecados
y con mis pensamientos
me enfrento al reto de lo eviterno
mientras me encojo ,
sustado del poder de la palabra.

Escala de grises y siluetas
mas nítidas y ciertas
que cuando se escondían tras la luz de una farola.
Evito, como siempre, evaluar lo vivido;
el aquí y ahora y lo que tengo delante:
Ya llegará el momento de quejarse
y el arrepentimiento.

Que somos como somos:
Insanos y procaces... lastimeros
y lúgubres humanos que pensamos
en todo lo que hacemos, cuánto damos...
siempre sin enterarnos de que siempre
estamos recibiendo tantos dones
que no nos merecemos...

Y como el viejo edificio que una vez fue orgulloso
mostramos ya las grietas
que dicen a las claras lo que somos:
Niños irresponsables que carecen
del mínimo decoro.

El día en que te yergas orgulloso,
levantes la cabeza y te convenzas
de que hoy has dado más que recibido
recuerda estas palabras: Te has mentido.

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