Mañana de domingo,
amanece en silencio sobre mi soledad.
Un infantil quejido
y el aullido de un perro en lontananza.
Solo con mis pecados
y con mis pensamientos
me enfrento al reto de lo eviterno
mientras me encojo ,
sustado del poder de la palabra.
sustado del poder de la palabra.
Escala de grises y siluetas
mas nítidas y ciertas
que cuando se escondían tras la luz de una farola.
Evito, como siempre, evaluar lo vivido;
el aquí y ahora y lo que tengo delante:
Ya llegará el momento de quejarse
y el arrepentimiento.
Que somos como somos:
Insanos y procaces... lastimeros
y lúgubres humanos que pensamos
en todo lo que hacemos, cuánto damos...
siempre sin enterarnos de que siempre
estamos recibiendo tantos dones
que no nos merecemos...
Y como el viejo edificio que una vez fue orgulloso
mostramos ya las grietas
que dicen a las claras lo que somos:
Niños irresponsables que carecen
del mínimo decoro.
El día en que te yergas orgulloso,
levantes la cabeza y te convenzas
de que hoy has dado más que recibido
recuerda estas palabras: Te has mentido.
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